¡Hola!
Te escribo esta carta a dos días de haber visto La sociedad de la nieve, la película de J.A. Bayona sobre el accidente de los Andes de 1972.
En caso de que no lo sepas aún, es una historia que me toca muy de cerca, ya que mi tío, Marcelo Pérez del Castillo, hermano de mi mamá, falleció en ese accidente.
Con esta información, asumo que podrás imaginarte lo que fue para nosotros ver la película en pantalla grande, nada menos que en el contexto del cierre del Festival Internacional de Cine de Venecia.
Una locura.
Mucha carga emocional, muchos movimientos internos, muchas sorpresas y otra inmensidad de detalles quedan flotando a nuestro alrededor esperando fuerza para poderse procesar.
Te cuento que me sigo sintiendo completamente agotada emocional y físicamente.
Cierro los ojos y veo escenas de la película que me quedaron grabadas en la retina. Si me preguntan cómo nos fue, me pongo a llorar. Y es que hay algo que se metió debajo de mi piel y todavía no lo pude soltar. Y me duele, porque la película tiene eso: te deja el alma con un corte que te queda doliendo.
Me duele por mi mamá. Me duele por mis tíos que están acá. Me duele por mi abuela que ya no está. Me duele por mi tío Marcelo y por todo lo que tuvo que vivir, especialmente en su condición de capitán y por la culpa que cargaba al hombro.
Y sin embargo, sospecho que no es un dolor estático, prendido o impregnado. No. Es un tipo de dolor distinto porque tengo confianza en que, en cuanto deje pasar el tiempo, este dolor me va a dejar ir. Yo a él, y él a mí.
En todo momento, tanto mi madre como yo, sentimos que teníamos que estar en ese lugar. No en Montevideo u otro teatro mirando la película, sino en Venencia. Por eso, vivimos cada minuto convencidas de que, nuestra odisea improbable a la ciudad de los canales, tenía un propósito superior.
En este newsletter (que además sale en medio del aniversario del accidente), te pido que me acompañes a recorrer de nuevo esos días y que vivas conmigo este momento en la columna de octubre que llamé Cosas que decir: Venecia.
Venecia
Hace poco más de un año me estaba enterando de que estaba embarazada de Amalia. Como muchas otras cosas que no se cuentan y experiencias que se viven en silencio, llegar hasta ese día no fue tan fácil.
Durante años exploramos la idea. En cuanto nos sentimos preparados, llevó meses encontrarla. Tanto fue así que, para no agobiarme, decidí empezar sesiones semanales con mi psicóloga, Clau.
Desde el primer momento la hora y pico que compartía con ella se convirtió en algo sumamente especial. No había pasado una semana de conocerla, y ya sentía que le podía decir todo —pero todo— lo que pasaba por mi mente.
Uno diría que así se supone que tiene que ser si uno va al psicólogo, pero no. No es tan así. A veces lleva más tiempo. A veces, también sucede, que la persona que está enfrente, por más de que sea el profesional e incluso sin quererlo, nos intimida. Pero eso nunca me pasó con Clau.
Pasaron unos meses desde nuestro primer encuentro y, durante un viaje a la Costa Amalfitana, me sucedió algo que quise contarle enseguida. En la siguiente videollamada le anticipé: “Clau, no pienses que estoy loca con lo que te voy a contar, pero estuve sintiendo algo que creo que es bastante especial”.
Le conté que hacía varias semanas que me sentía perseguida por mariposas blancas. La primera simplemente me llamó la atención y me sacó una sonrisa, pero pasaban los días y las mariposas blancas seguían rodeándome y hasta acompañándome en cuanto salía a la calle. Estaban en la ciudad, estaban en el campo, y estaban en cualquier lugar al que me fuera. Ese fin de semana, estaban también en Pompeya. Caminé por las ruinas un buen rato y, cada vez que miraba a mi alrededor, ahí estaba una mariposa blanca. Era tan insistente la aparición que pensé que tenía que ser una señal. Y eso fue lo que le conté a Clau…
Reseña: La sociedad de la nieve
Muchos se estarán preguntando, más allá de la conexión emocional y el impacto evidente de una producción así en la vida de los familiares de cualquiera involucrado, qué tal es la película.
Aunque no soy experta en cine ni mucho menos, intentaré dejarles mi impresión objetiva a continuación.
Lo primero que puedo decir, es que es una película espectacularmente bien hecha en términos de guion, efectos, fotografía y producción. Te sumerge enseguida en el contexto, espacio y tiempo y no pasan más de diez minutos que ya estás completamente subido a la máquina del tiempo sin escapatoria.
Hay actuaciones que considero realmente brillantes, como la de Enzo Vogrincic, un actor por demás preparado para la difícil tarea que se le asignó, ya que él, como Numa Turcatti, es el narrador y guía de la audiencia durante toda la película.
Las dos horas y pico pasan y te atraviesan como un rayo, razón por la cuál quedás eléctrico y movilizado hasta las lágrimas durante mucho tiempo después de la salida del teatro.
La sensibilidad con la que está hecha es digna de admiración. Primero porque no era fácil la misión que se propuso el Director, en mi opinión, de darle un espacio a cada uno de los pasajeros del avión, sin excepción. Encuentro además sumamente valioso que haya dedicado minutos de estas producciones que valen oro para nombrar, con nombre y apellido, a cada uno de los fallecidos. Cabe destacar que no lo hace en los créditos, sino durante la película, de una manera delicada y sentida.
Termino con las palabras que le mandé a Belén Atienza, una de las productoras, el día después del estreno cuando pude juntar agallas y repasar el momento vivido: Los éxitos con este enorme esfuerzo recién empiezan. Lo intuyo muy adentro mío. Y más que merecido. Acá hay talento, pero sobre todo mucho amor.
Véanla, y después me cuentan.
En cines y Netflix, próximamente.
VER EL TRAILER DE LA SOCIEDAD DE LA NIEVE
Conocé más sobre la historia
Esa amiga-hada madrina de la que van a leer en la columna (¡Hola María "Pelu" Pache!), después de acompañarnos en Venecia y ser parte de un momento tan importante como fue digerir toda esa noche del Festival, se subió a un auto compartido con extraños desde Barcelona hasta San Sebastián para ver la película.
Esa misma noche, publicó esta reseña sobre el libro Del otro lado de la montaña:
"Me fui a dormir 2am porque el shock post La sociedad de la nieve me dejó una resaca emocional importante. No es posible explicarlo. Es durísima, fuertísima y muy bien hecha. Y cuidada. Mueve mucho, aviso.
Vayan leyendo el libro "Del otro lado de la montaña" que te cuenta sobre cómo lo vivieron las familias desde Montevideo. A mi me ayudó mucho a atar cabos y a entender muchas cosas. Es corto y muy adictivo.
Me dio un contexto necesario y me "sembró la cancha", me llenó de empatía y preparó para ver la peli."
Por eso, si todavía no lo hiciste, te invito a leer el libro Del Otro lado de la Montaña en su versión en inglés traducida por Nicole Castaibert, o en su versión original en español, y compratirlo con tus contactos porque les aseguro, falta muy poco para que todo el mundo esté hablando sobre esto.
Qué linda historia, en una ciudad tan bella como Venecia. Gracias por compartir 🌸
¡Gracias a ti, Nando, por leer y comentar! ¡Un abrazo!