Aprendizajes de la publicación de mi primer libro
Pasaron seis años y sigo acumulando aprendizajes de esta experiencia que marcó un antes y un después en mi vida.
Te doy la bienvenida a la nueva sección de Cosas que decir, “Manos a las letras”. Un espacio de motivación y reflexiones para escribir y vivir sin perder fe en tu propósito.
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De cero a cien
Llevaba un año viviendo el Colombia. Estaba recién casada, recién graduada y recién mudada. Por un lado, tenía una hoja en blanco para saltar sobre cualquier aventura que se me posara enfrente. Por otro, una sensación inesquivable de soledad, duda y miedo.
Al pasar algunos meses, pude comprobar que lo segundo se había apoderado de cualquier manifestación de lo primero, dejando cero espacios para rebotar ni medio metro. No entendía la ciudad, no encontraba trabajo de lo que recién me había graduado (estrategia de marketing digital y comercio electrónico) y me daba alergia levantarme sin plan alguno aislada en el eco de mi casa. Tampoco tenía ahorros ni amigos propios, y aunque Andrés me sostenía e intentaba guiar, perdí el rumbo y solté los remos sin saber dónde iba a terminar. En consecuencia, me vi estancada en un banco solitario de mi mente con vista exclusiva a un profundo vacío existencial.
Estaba perdida.
Con la ayuda de terapia, comencé a planificar distintas acciones para encaminarme hacia un lugar mejor. Lo primero que hicimos fue mudarnos, de casa y de barrio. Ese cambio físico y simbólico lo transformó todo. Conecté con el nuevo espacio de manera instantánea. Eso me ayudó a abrirme y a conocer gente nueva. Comencé a aceptar propuestas de planes que, en general, o ignoraba o esquivaba y, gracias a eso, formé mi propio grupo de amigos.
Con el aura renovada, comencé a enviar emails a contactos de otra época para ponerlos al tanto de que estaba en búsqueda de algo nuevo. Uno de ellos (que siempre sale a mi rescate como el ángel guardián que siempre fue), me derivó a uno de sus contactos personales que apostó por mí con un pequeño contrato freelance que, aunque no era la gran cosa, hizo maravillas con mi autoestima.
Aún así, sentía que faltaba algo. Había ganado kilómetros en la carrera del terreno emocional, pero me hacía falta un propósito para llegar a la meta. Por eso, el día en que mi tía me mandó un mensaje para preguntarme si no quería escribir un libro sobre una parte esencial de la historia de nuestra familia, con un manijazo por medio cortesía de mi padre, le dije que sí.
¡Ah! Pero con una condición:
—Si lo hacemos, vamos a todo por el todo. Con contrato, editorial, seriedad, todo.
Me lancé, y fui de cero a cien.
La cuestión editorial
El fin de semana siguiente me subí a un avión rumbo a Uruguay. El lunes teníamos reunión mi tía, mi madre (manager del proyecto) y yo en la editorial Penguin Random House para ver si les interesaba nuestra propuesta.
—Déjenme pensar y les escribo mañana —nos contestaron.
Eso no era un si, pero tampoco era un no, y era mucho más de lo que nos imaginábamos. No respondimos nada más, saludamos y nos dirigimos al ascensor. Mientras mirábamos estáticas la puerta que se cerraba en cámara lenta, suspiré casi para adentro:
—Creo que nos fue bien, ¿no?
Se cerraron las puertas, nos miramos y, como en el fondo intuíamos que la respuesta era un “casi si”, nos abrazamos y fuimos a festejar.
El mail al otro día leía: Hagámoslo.
Soy muy consciente de que se trata de un caso aislado. Por un lado, tenía los contactos de la editorial y eso ayudó mucho. Uruguay, además, es un país pequeño. Eso tiene grandes contras, pero también grandes cosas a favor. Como, por ejemplo, la cercanía de dos grados de separación con casi todos los habitantes, una sensación de comunidad fuerte y un terreno fértil para sembrar oportunidades (claro que esta es mi interpretación, seguro estarán del otro lado los que argumenten que no). Por último, no dolía que nuestro libro se tratara de una de las historias más emblemáticas del país y del mundo: El accidente de los Andes. El libro se tituló: “Del otro lado de la montaña”.
Cuando me embarqué en el gran misterio de producir, escribir y editar un libro, era una completa ignorante del mundo editorial. Confieso que no sabía nada. O sea, nada-de-nada. Recién me puse a investigar cuando recibí el contrato para firmar. Lo que me llamó la atención en un primer pantallazo fue que, en el gran esquema de las cosas, la tarea de escritura en la producción de una obra tiene un valor cuasi simbólico. Terrible, pero cierto. La idea de un adelanto es, en la mayoría de los casos, una utopía o un sueño. Según se puede corroborar con una rápida pregunta a Google o ChatGpt, apenas un minúsculo porcentaje de la producción general del libro se le atribuye al trabajo del escritor. Dicho esto, se entiende que, las demás tareas (distribución, marketing, edición, corrección), corren por cuenta de la editorial.
Debo decir que doy fe que esto es así. Yo sentí plena confianza en el momento que firmé mi contrato. Me organizaron y acompañaron durante toda la etapa de rueda de prensa, y la distribución en Uruguay se hizo de punta a punta. No existió librería en el país donde no encontrara el libro.
Sin embargo, con la sabiduría del tiempo, me hubiera gustado estar más arriba del proceso de edición, corrección e impresión. Quiero decir, una vez que leí el libro publicado, encontré un montón de problemas en el texto. Errores que manifestaban una falta de atención, y fe de erratas que podrían haberse evitado con un acompañamiento más meticuloso, formal, y sin la presión del tiempo (tuve apenas nueve meses para escribir el libro porque nuestra meta era publicar en octubre, el mes aniversario del accidente). De ahí en más, no publico nada de esa embergadura sin invertir en un servicio de corrección, así sea por mi cuenta. Es un paso que existe por algo, y no se le puede dejar a un sistema informático. Es una tarea que tiene que ser realizada, sí o sí, por un gran profesional.
Estamos en vivo
Una vez que el libro encontró su lugar en las estanterías de las librerías, comenzó oficialmente la etapa de presentación y rueda de prensa. Si bien me daba escalofríos pensar en estar en vivo en programas de televisión o notas de radio, lo cierto es que, en cuanto se encendía la luz roja, lo absorbía y disfrutaba.
Además, estos espacios sirvieron de plataforma para aclarar cuestiones que sentía que los lectores estaban pasando por alto. Por ejemplo, el hecho de que el testimonio principal del libro recoge las voces de muchas personas, y que no es solo la vivencia de mi tía, quien presta su voz para que el libro quede en primera persona. O la oportunidad de dar mi versión sin intermediarios sobre lo que significó para mí escribir este libro en particular y mis intenciones detrás de ello. Fueron unos meses de muchos nervios, pero también una sensación de plenitud y satisfacción muy grande. Sobre todo, de mucho orgullo personal. Como debe ser.
Con el diario del lunes
Algo que no hice en su momento fue aprovechar las redes sociales para aportar a los esfuerzos de difusión y darme a conocer como autora. Podría haber buscado apoyo de la comunidad de lectores de mi blog, y sumar otros lectores a mi universo de historias para que conocieran de primera mano quién era yo detrás de la prensa y el libro. Pero no lo hice.
¿Por qué? Por varios motivos. El primero, es que no me lo creía. No me sentía digna de definirme como escritora. La historia es tanto más grande que yo, que pensé que, si me exponía como autora, estaba exponiendo también un ego (que nunca tuve) o una ambición (que sí tuve, pero está mal vista).
Lo importante a saber acá es que me arrepiento. No sólo no aproveché el momento para presentarme como la escritora que soy y que quiero seguir siendo, sino que me perdí de adueñarme del trabajo emocional tan fuerte que había hecho. Lo único que logré fue darle el gusto a ciertas personas que se beneficiaron de que me lo tomara así.
Pues bien, te preguntarás qué hice con aquel “síndrome del impostor”. Lo agarré, lo ahorqué y lo tiré por la ventana. Es un ejercicio de todos los días, pero ya no hay desvió y siempre llego a la misma conclusión: lo que logre me lo merezco por todo el trabajo, constancia y esfuerzo que pongo en escribir y seguir aprendiendo, mejorando y creciendo.
Por lo tanto, aquí va lo más importante que puedo decir ahora: Si estás ahí, y tenés archivos producidos por ti contando una historia, no importa el género, no importa si no son todavía un libro entero: sos escritor, sos escritora. Y punto. Créeme.
Ah, pequeño detalle. Un buen día, media década después, hice este post y me saqué las ganas:
Camino recorrido
Más allá de las preguntas más frecuentes sobre cómo conseguí publicar, cómo se distribuyó el libro o en qué la embarré, creo que lo importante de esta experiencia es que, si bien no fue exactamente así al primer momento, hoy soy capaz de anunciar a los cuatro vientos sin contraargumento que estoy súper orgullosa de mí y del libro.
Hice un salto al vacío, y me fue bien. Lo di todo en cuerpo, alma y tiempo, y no me arrepiento. Publicar este libro no movió en lo más mínimo mi crédito económico, pero aunque lo hubiera hecho, no creo que hubiese sido lo más destacado del proceso.
Sin este primer libro, nunca hubiera conseguido el contrato para escribir el segundo, y seguramente me hubiera llevado mucho más tiempo reunir la confianza para comenzar el tercero. Esta vez por primera vez, una historia de ficción.
Gracias a Del otro lado de la montaña, me siento mucho más preparada como escritora. Siento que, gracias a este libro, di a conocer una parte de mi como autora a la que apuesto cada día más, y fui construyendo una comunidad de lectores que aprecio mucho porque ahora son parte de mi día a día. Son, sin exagerar, la gasolina que me recarga todos los días para que siga ilusionada con la posibilidad de vivir de esto.
Entonces, querida escritora, querido escritor, querido aficionado de cualquier universo creativo: seguí creando, seguí tecleando. Confiá en el poder de tu historia, poema, cuento o lo que sea que esté tocando las puertas de tu curiosidad.
Todo indica que ese es el primer paso. El resto, se aprende solamente andando, haciendo, y escribiendo.
Me tengo fe.
Y te tengo fe a ti también.
Así que, ¡Manos a las letras!
Si te quedó alguna pregunta pendiente, ¡dejámela abajo que te leo y te contesto!
El libro está disponible en español en formato físico en todas las librerías de Uruguay.
Está traducido al inglés por la genia de Nicole Castaibert y disponible en todo el mundo en ebook acá.
Si querés pedir el libro en español desde el exterior, enviale un email a Isadora Libros en isadoralibros@gmail.com que hacen envíos a todo el mundo.
Muy linda tu primera entrega, Maríe Del Carmen Pérez Del Castillo.
Me gusta tu estilo, tan depurado, tan original y profesional.
Se nota que cuidas los detalles, muy importante...
Me alegro por tu aportación.
Inquieto por la publicación de tu novela, que se sumará a los libros 📚 que tengo en lectura activa.
Pasa buen Domingo y no dejes de meditar 🧘♀️
Que lindo todo lo que dices Maria, muy humana. Lei tu libro y me gusto mucho! cual es tu segundo libro? Soy Cecilia, tia de Maru y hermana de Maria Garicoits. saludos!